Martxoak 11: Cuando cae el otoño

CUANDO CAE EL OTOÑO

Quand vient l’automne

(Frantzia, 2024) 102’

Zuzendaria: François Ozon

Gidoia: François Ozon, Philippe Piazzo

Argazkia: Jérôme Alméras

Musika: Evgueni Galperine, Sacha Galperine

Aktoreak: Hélène Vincent, Josiane Balasko,Ludivine Sagnier, Pierre Lottin, Garlan Erlos

Sariak:

Cesar sariak  2024: Aktoresa onenari izendatua

Donostiako Zinemaldia 2024:  Gidoi onenari saria

Donostiako Zinemaldia 2024:  Aktore onenari saria.

SINOPSIA

Michelle adineko emakumea da, eta sasoi betean dago. Erretiro lasaia du Borgoinako herrixka batean, eta han bizi da Marie-Claude ere, bere lagunik onena. Santu Guztien egunean, Valérie alaba Paristik joan da hura ikustera, eskolako oporretako astean Lucas biloba utzi nahi baitio. Baina ezer ez da aurreikusi bezala gertatzen.



SINOPSIS

Michelle, una mujer mayor en plena forma en todos los aspectos, vive una jubilación tranquila en un pueblecito de Borgoña, donde también reside Marie-Claude, su mejor amiga. El día de Todos los Santos, su hija Valérie viaja desde París para verla, con la idea de dejarle a su nieto Lucas durante la semana de vacaciones escolares. Pero nada ocurre como estaba previsto.


«Lo más importante para mí cuando hago cine es tener al espectador activo, hacer que participe realmente».

Entrevista a François Ozon
Texto de Rubén Téllez Brotons | | Madrid.

Se estrena el próximo 13 de diciembre en las carteleras de España Cuando cae el otoño —Premio al Mejor guion y a la Mejor interpretación de reparto en la pasada edición del Festival de San Sebastián—, la nueva película de Francois Ozon. La cinta bien podría definirse como un cuento sobre la moral —que no como un cuento moral— en el que el uso de un narrador no fiable que se apoya en bruscas elipsis que le niegan a los espectadores información muy relevante del argumento le sirve al director como aparataje estético perfecto a través del que reflexionar sobre la culpa, el pasado y la posibilidad de empezar de nuevo. Charlamos con Ozon.

Es muy interesante el uso que hace del narrador no fiable, la forma en la que elude responder a determinadas cuestiones sobre los personajes para sembrar la duda sobre la posibilidad o imposibilidad de que hayan cometido determinadas acciones. ¿Buscaba con esta decisión que fuesen los espectadores quienes juzgarán a los personajes o, por el contrario, quería instarlos a que, como hace usted, no los juzgarán?

No lo sé. Es una buena pregunta: ¿qué quería yo? Creo que lo que quería era demostrar que no se domina todo nunca, ni en la película ni en la vida. Es decir, a lo mejor interpretas una situación de una forma y años después te das cuenta de que no era así para nada, de que era una cosa diferente. Eso es lo que quería mostrar: que nunca podemos saber todo lo que ocurre; el único que lo sabe es Dios (ríe). Pero si tú vives en Borgoña y alguien se va a París, no puedes saber lo que ha hecho allí. Puedes imaginarlo o pensarlo, pero no las tienes todas contigo. Quería presentar los elementos de un rompecabezas; algunos se rechazan, pero otros encajan perfectamente. Lo más importante para mí cuando hago cine es tener al espectador activo, hacer que participe realmente.

Hay una mirada muy empática hacia las protagonistas, pese a que la puesta en escena está marcada por un distanciamiento y una frialdad que contienen las emociones para poner el foco en las razones que motivan sus (posibles) actos. ¿Qué le interesaba de esa mirada humanista con la que las observa?

Siento mucha ternura por mis personajes, eso es verdad. Espero que se note en la película. Aunque tampoco quiero que sea una ternura ñoña. Ellas no son santas y por eso me interesan, porque son complejas y ambiguas, no son lo que se ve a primera vista. No me interesa mostrar un personaje en blanco y negro; si no tiene complejidad, no voy a usarlo. Puedes ver a Michelle como una madre coraje, pero también como una mujer extremadamente egoísta, capaz de todo con tal de recuperar a su nieto.

A sus personajes les pasa mucho como a los de Fassbinder, que sólo quieren que los amen. ¿Tiene esta premisa en mente durante el proceso de escritura?

No, la verdad es que no lo había pensado. Pero sí que es cierto que, para mí, Fassbinder es un director muy importante y no es imposible que, inconscientemente, me inspire de sus personajes. Hay casos muy claros, porque he adaptado obras suyas. Pero, sobre todo, lo que me interesaba era alejarme del cliché de la abuelita o el abuelito perfecto. Se tiene mucha tendencia a creer que las personas mayores son perfectas, que no tienen un pasado o que no hay absolutamente nada, cuando mucha gente tiene un pasado turbio. Hace años veías entrar en un tribunal a un nazi en una silla de ruedas y podías decir: “parece un buen hombre”; cuando en el pasado había hecho horrores. Eso es lo que quería mostrar, que puede haber una dicotomía entre la apariencia y el pasado, lo que fue.

Luisjo Cuadrado (Revista Atticus)

Desde la propia sinopsis, el planteamiento de la película es desvelar poco y sugerir mucho para que sea el propio espectador el que conforme la película en su cabeza. Hay cuestiones no explicitadas, una cosa que venimos reclamando en los últimos tiempos –el espectador es más inteligente de lo que los creadores suponen- con lo cual invita a la reflexión, a la revisión y a un debate tras su visionado. Por esa razón, esta película nos sitúa en la órbita de la magistral Anatomía de una caída (2023, Justine Triet) hay unos hechos que pueden responder a algo circunstancia (un accidente) o algo premeditado. Al final, sospechamos que los personajes tienen algo que ocultar ya que nunca se muestran determinadas acciones. Es como si lo que vemos es pantalla es la verdad, y lo que se oculta, lo que sucede fuera de cámara se deja a nuestra interpretación.

La película está protagonizada por dos mujeres de edad madura. Dos ancianas que se encuentran en el otoño de la vida (el director juega hasta con el título para fomentar la ambigüedad). Dos ancianas a las que les une un pasado en común y que se cuentan sus cuitas mientras pasean o se toman un café. Pero el peso del pasado les está condicionando el presente y a buen seguro que el futuro. Un futuro al que vislumbra con menos peso que el pasado. Es por esa razón que ya no es tan estricta en la educación de su nieto como lo fue con su hija, ahora le permite saltarse alguna norma, como lo hace ella con su propia vida. Pero todo salta por la borda cuando su hija le impide disfrutar de su futuro en la figura de su nieto Lucas. Ya su rutina no es tan gratificante, ni sus días son tan alegres, y el frondoso bosque lleno de colores otoñales se convierte en algo sombrío y amenazante. Su otoño no tiene tantos matices.

El director no da puntada sin hilo. La película arranca con una homilía que versa sobre el papel de María Magdalena cuando se inclinó ante él, besó sus pies y los secó con su propio cabello, una mujer a la que todo el mundo la acusaba de pecadora y Jesús la supo perdonar y agradecer su gesto. Supone toda una declaración de intenciones en este thriller rural.

Al final, Cuando cae el otoño es un retrato de una relación materno filial algo disfuncional que se viene abajo con un suceso que condiciona esa relación. Se cuestiona el amor incondicional y cómo afrontar el pasado y se pone en valor el peso de la amistad. La vida de la entrañable abuelita esconde un problema socioafectivo que tiende a explotar justo cuando el otoño le llega a su vida, en un momento en que se suponía que tenía que disfrutar de la paz y de los aires de los bosques de la Borgoña. Cada uno de las personas desempeña un papel en este teatro. Michelle y Marie-Claude representar a dos mujeres que se enfrentan de manera distinta a su pasado en común, una aceptando lo sucedido y mirando hacia adelante y la otra renegando y consumiéndose en su interior. Mientras que los hijos también se desenvuelven de distinta manera: Valérie no lo acepta, reniega de su madre, lo carga contra su hijo, contra su marido echando la culpa de todo al pasado de su madre, incapaz de valorarla más allá de «aquello»; y Vincent anda desnortado a falta de cariño y modelo a seguir. Es como un niño grande. 

Ozon es un director interesante desde aquella buena película En la casa (2012) y las más recientes Mi crimen (2023) o Verano del 85 (2022). Es muy prolífico y de lo más variopinto. Sale prácticamente a una película por año. En su estilo maneja el drama con suspense y cierta tensión con un buen uso del recurso de fuera de campo. Eso que ayuda a que el espectador se forme su propia historia en la cabeza. Y lo mejor de todo es que sabe dirigir a dos actrices maduras, (con buenas tablas también en la dirección de actores) en los tiempos en que la juventud parece ser lo único importante. Ambas tienen unas actuaciones muy solventes, naturales que hacen que sus papeles sean muy creíbles.

La película mantiene una buena dosis de suspense y nos hace fijarnos en elementos, en pequeños detalles en los que puede estar la clave de lo sucedido. Nunca llega a resolver esas dudas en su totalidad. No es de extrañar que Cuando cae el otoño haya ganado la Concha de Plata a mejor interpretación de reparto (Pierre Lottin) y el Premio del Jurado a mejor guion en la 72 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

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